domingo, septiembre 24, 2006

Capítulo 11: el WEI

A las 10 y media de la noche del viernes, con un mal cuerpo regalo de hawaii, me sentaba en el autobús, en la parte de atrás, preparado para afrontar 13 horas de viaje. No pudimos dormir, los franceses (borrachos y descansados) insistían en decorar la cara del que se durmiera, y cantaban extrañas canciones (que terminaríamos por aprender).

Pero antes de seguir, ¿qué es el WEI?

WEI son las siglas de weekend d'intègration, y es un viaje alcohólico subvencionado por la universidad para que la gente se conozca. La verdad es que irnos tan lejos para hacer lo mismo que podríamos haber echo aquí muchos no lo entendieron; pero viajar siempre sienta bien.

Cuando llegamos, con un hambre atroz, nos dieron de comer... si se puede decir así. Un trozo de paté, un trozo de queso, media barra de pan, un bollito, mermelada y una fruta componían todo el menú. Más cansados que indignados, comimos y nos preparamos para las siguientes 48 horas sin descanso.

El WEI pasó, y dejó en mi fuero interno las estimulantes e inquietantes conclusiones sobre las que os invito a reflexionar:

- Los franceses AMAN enseñar su culo, y si es posible, palmearlo al mismo tiempo.
- Los franceses beben más que los españoles (sí, es cierto).
- Las francesas son las europeas más estrechas (salvo excepciones).
- El 18 de septiembre, día de la Independencia de Chile, los chilenos toman (Israel predicó con el ejemplo)
- Si vas a la playa de noche y dices que no te vas a bañar pero al llegar hay bandera roja, te bañarás.
- Para decir "no tienes huevos" los franceses, muy finos ellos dicen "tu n'as pas d'organes".
- Si a un francés le graban borracho, vomitando y tirado por el suelo, y lo proyectan ante 250 alumnos, él se enorgullece, sale a saludar, y enseña el culo.
- Meter vino de garrafas de plástico en botellas de cristal no hace que el vino sepa mejor.
- En Francia es legal ir un viaje de autobús de 13 horas haciendo barra libre, fuman do, bebiendo bailando y saltando.

miércoles, septiembre 20, 2006

Capítulo 10: en el que nos vamos a Hawaii

El jueves por la noche nos fuimos a Hawaii. Bueno, no en el sentido literal, realmente hubo una fiesta temática sobre la paradisíaca isla. El suelo cubierto con fina arena playera, todo el mundo (o al menos un servidor) en bañador y chanclas, sugerentes faldas de palmera, cocktails...



Antes de ir, nos tomamos unas copas en el honor y la forma de Eukeni, de una botella de ron con denominación de origen de Lidl. La noche se alargó bastante, después. Tuve ocasión de probar todos los cocktails y chupitos :), para mi placer y el de los lugareños, y la verdad es que estuvo muy divertido. No tanto así la mañana siguiente, que había clase, y la tarde, en que prepararía la maleta para irme, junto con otros 249, al WEI. Pero qué es el WEI y lo que allí pasó, lo dejo para otro momento...

martes, septiembre 12, 2006

Capítulo 9: en el que las naciones del mundo cantan unidas

Es triste, pero es verdad: el Ave María de Bisbal nos unió a los rusos, españoles, chinos, polacos, rumanos y chilenos en un canto unánime. Camino de la fiesta, el viernes pasado, hicimos un alto en el camino en la habitación de Kamila, que improvisó un karaoke. Como ya he escrito muuuucho los últimos días, para no aburrir, os dejo el video, y que cada cual lo comparta con quien le apetezca.



Pd: cabe destacar la tecnología inalámbrica de los micrófonos (= zanahorias) y la brillante actuación de Tomasz con ese ¡Ave-Ave-Ave Maríaaaaa!

viernes, septiembre 08, 2006

Capítulo 8: en el que sobrevivo

[continuación del capítulo 7]

El mendigo me decía "C'est la vie! Amigo, no te preocupar, lo bueno es que a ti no pasar nada...". Yo le miraba con cara de pocos amigos. "Mejor quitar cosas de mochila antes que mojar". Y me lo dice cuando ya había un charquito curioso bajo la mochila. Me decidí a sacar los cristales (que estaban en una bolsa de plástico). Al hacerlo, decubrí que muchos tritos pequeños se habían salido (lo descubrí al encontrarlos clavados en mis manos...). Ya con el cabreo monumental, el mendigo me volvió a ofrecer su dormitorio, y le dije que ya había hablado con mi amiga que me alojaría (lo que no era cierto, aún).
Por fin se fue, y a eso de las 9 conseguí dar con Mariale. Me dijo que podía ir a su residencia sin problema, que tomara un metro hasta chatelet y ahí un tren, línea D, hasta Saint Denis, y que allí saliera por la calle Saint Michel. Yo hice lo propio, otra vez a ponerme todos los trastos, solo que ahora con la mochila mojada y colgando de un solo asa. La gente ya no se apartaba por que fuera sudado, sino por que parecía un borracho apestando a ron (eso sí, del bueno). Al llegar al intercambio de tren y metro, y despues de llamarla para verificar la línea (yo había entendido B en vez de D), tome el tren hacia Saint Denis. LLegó la parada de Stade de France Saint Denis y me bajé. Era de noche. Y allí no había ninguna calle Saint Michel. Pregunte a la gente con pinta de criminal peligroso que había por la zona y un amable señor me condujo hasta un mapa para demostrarme que la calle Saint Michel estaba a dos km. ¡aghrr! (expresión de desconcierto extremo). Volví a llamar a Mariale. "Estoy en Stade de France Saint Denis y aquí no hay ni calle ni ná". "¿Cómo Stade de France? no, no, es Saint Denis asecas. Vuelve a coger el tren". ¿Pero a quién coño se le ocurre llamar a dos estaciones, que van seguidas, igual? Seguro que fue idea del que puso los nombres a las calles de Aluche...

Volví al tren, y lo vi ahi tan paradito que me monté. No había ni un alma. Cuando me empecé a preguntar si a esa hora ya no habría trenes, empezó a moverse... En el sentido contrario al esperado. Efectivamente, a los 10 minutos estaba otra vez en la Gare du Nord. Salir del vagón, colocarme todos los bártulos, buscar el andén contrario... Y para ir al andén contrario había que subir 3 pisos!

Cuando me monte en el tren, ya estaba extenuado. No podía más. Si ese no resultaba ser, me iría al fin del mundo en el o a donde fuese. Afortunadamente me quedó energía para preguntar a un hombre, que me advirtió que ese tren no paraba en Stade France Saint Denis.

Cuando llegué a Saint Denis, se me saltaban las lágrimas de la emoción. Caminé hacia donde me había dicho Mariale, y después de 100 metros oí un "crack" y el otro asa de la mochila se rompió. Ya no podía más. Lloraba por dentro, sudaba por fuera, supuraba brugal añejo. Llamé a Mariale, y entre balbuceos le pedí que viniera a por mí. Quiso la fortuna que su residencia estuviera justo enfrente de donde yo había perdido el asa y la esperanza, y me ayudo con las bolsas. Me duché, me dio de cenar (mil millones de gracias Mariale!!! Eres un encanto.) y preparamos la colchoneta para dormir. Tiré la mochila, y todo el equipaje que en ella había lo distribuí en tres bolsas tipo "bolsa de pryca". Estuvimos un rato hablando, miramos los trenes para el día siguiente y a las 12 nos dormimos. Desgraciadamente, un ejercito de mosquitos no me dejó dormir tanto como hubiese querido, pero a las 5:10 estaba en pie, camino de mi tren.

Fui a la estación, y no funcionaba el dispensador de billetes. Tuve que saltar los tornos, y para ello confié en un extraño que me pasara las maletas y la guitarra (no tenía más remedio). Fui al tren, y al llegar al intercambio con el metro, tuve que decirle al guardia que no encontraba el billete para salir. Mi aspecto debía ser tal, que no me puso pega alguna y me abrió la puerta.

Sin más incidentes, llegué a Montparnasse, y directamente fui al vagón. Aún tenía 15 minutos de margen. Quería descansar... Cuando me acordé que no había validado el billete. Me dio igual. "Si es capaz, que me eche del tren el revisor". Después de lo que había pasado...

El revisor pasó a los 20 minutos de haberse puesto en marcha el tren. Antes de darle el billete, le dije como bien pude que no había tenido tiempo de validar el billete. Me miró, me sonrió y me dijo que no había problema. Sin embargo, a los 30 minutos el tren paró, y dijeron algo por megafonía, que no entendí. Despues de 15 minutos parados en mitad de la nada, decidí preguntar a una señora, y me dijo que había problemas técnicos. ¡Genial!

4 horas y cuarto más tarde estaba por fin en Brest. Bajé del tren, respiré hondo y me decidí a caminar hasta la place de la liberté (500 mentros cuesta arriba) para coger el autobús que me llevaría a la universidad. Apenas había dado dos pasos cuando se me rompieron los asas de una de las bolsas de plástico. La tuve que llevar sujeta a presión. Me dolían hasta la parte interna de los muslos al rozar cuando caminaba, porque con las maletas no podía andar de otra forma.

El autobusero frunció el ceño al ver subir a un tipo con una guitarra, una bandolera, un maletón, dos bolsas de pryca en una mano (ya sin circulación sanguínea), otra bajo el brazo y dos euros en la boca.

Cuando ya me las veía felices, pasamos por la entrada de un colegio, justo a la hora que salía toda la chavalería (12:00, hora de comer allí). Tuve que cojer todas las bolsas para que cupiera la gente.

Así a pulso llegue a la universidad.
Entré en el campus. Atrás quedaban 24 horas inolvidables. Mientras me dirigía a mi cuarto, pasaron por delante de mis ojos todos los acontecimientos acaecidos. Me pregunté si todo aquel tejemeneje habría tenido algún sentido en mi vida, o simplemente había sido una broma del detino. Entre en el cuarto, me tiré en la cama y me prometí que, aunque ocupase 5 hojas, escribiría mi aventura en el blog, pero en otro momento...

jueves, septiembre 07, 2006

Capítulo 7: en al que me cago en los transportes, y me quedo sin papel.

"¡Buen viaje!", furon las últimas palabras de Adri, cuando me dejó en la terminal 4 de Barajas. ¡Qué irónico suena, ahora, que me repongo del peor viaje de mi vida!

Al principio mi mayor preocupación era poder pasar la guitarra como equipaje de mano en el avión. Después de facturar una maleta y una mochila, y ya sin más equipaje de mano que la guitarra, recorrí los no pocos metros hasta la puerta de embarque. Embarqué el segundo, y tras meter la guitarra sin ningún problema, en el avión, mi preocupación principal cambió. "Tengo una hora y 45 minutos para llegar desde el aeropuerto CDG hasta la estación de Montparnasse, donde cogeré el tren a Brest". Todo el mundo había embarcado ya, pero el avión no salía. La voz estridente del comandante informó que sufríamos 15 minutos de retraso.

Llegamos a CDG a las 17:35, y para variar, mis maletas fueron las últimas. con la bandolera colgada al cuello, la maleta colgada de un hombro, la mochila a la espalda, la guitarra en una mano, y el tabaco de Israel y una botella de brugal añejo en la otra, corrí veloz hacia la estación de tren del aeropuerto. fueron 10 minutos agotadores pero al fin llegué a la estación.

Toda la tecnología de éste país pionero se hacía añicos al descubrir que no había máquinas para recoger el billete de tren. Tuve que aguardar casi otros 10 minutos en la cola para comprarlo.

Antes de las 18:00 ya estaba en el tren, sudando como un pollo, y ocupando 3 asientos con mi equipaje. "Me queda poco más de una hora". 30 minutos es lo que tardó el tren en llevarme a la estación de Chatelet, donde habría de cambiarme a la red de metro. Me incorporo, tomo la maleta al hombro, me pongo la mochila, cojo la bolsa con el alcohol y el tabaco en una mano, y la guitarra en la otra. En cada cambio el mismo proceso.

Salí del vagón, buscando el cartel que me indicara la línea 4. ¡Vaya correspondencia! Eran las 18:34 y yo corría como podía. Ya empezaba a notar calambres en los brazos. Sudando como un pollo (otra vez) conseguí llegar al vagón de metro. Apenas había sitio, pero pude montar.18:40, y otra parada. 18:50, vamos, sólo queda una más. A las 18:55 llegué a la estación de Montparnasse. "10 minutos...". El tedioso proceso de colgarse el equipaje, y otra vez corrí y corrí hasta llegar a la parte de la estación de tren. Subí los 3 pisos que llevan al acceso a trenes de grandes líneas. A las 19:00 intentaba sacar el billete de la máquina (previamente pagado por internet) pero aquello no funcionaba. No me quedaba otra alternativa que ponerme a la cola.

Rogué en francés que me dejaran colarme, pero sólo avancé 3 puestos. A las 19:03 estaba en la taquilla. "Por favor señora, dese prisa, este es mi recibo y esta es mi tarjeta" (traducción de un sinfín de gestos y chapurreo en francés). La señora, ajena a mi problema se tomo toda la calma del mundo. Introducía datos, apretaba botones... Hasta que me dijo: "Lo siento señor, el tren ya ha salido". "¿Cómo?¿No salía a las 19:05?". "Sí, pero son las 19:06". Casi me deshago ahí mismo. Conseguí por 8 euros más un billete para el día siguiente a las 7:05 de la mañana. Me fui a sufrir mi desdicha a un banco. Se me ocurrió que debía hacer hueco en la mochila para meter la botella, que en la mano pesaba. Llamé a Emilio para informar a los de Brest que no me fueran a buscar a la estación de Brest a las 11, e intenté localizar a Mariale, que vivía en Paría, a ver si me acogía esa noche. Teléfono apagado.

Entonces apareció un mendigo pidiéndome dinero. Con cara de sufrir mucho le dije "Je ne parle pas français, no hablo francés". "¿Eres español?"."Mierda, me ha tocao el único mendigo francés que sabe español...".

A los 10 minutos el mendigo me intentaba consolar, y me ofreció su dormitorio para pasar la noche. Afortunadamente la policía apareció y se fue.

Volví a llamar a Mariale, y nada. Me pedí una cocacola. A la media hora me fui a estirar las piernas (con todo el equipaje, claro), y al rato regresé. Me estaba descolgando la maleta cuando apareció el mendigo. Otra vez. Le miré. Me descolgué una correa de la mochia. Antes de que pudiera reaccionar la otra correa se partió, y la mochila cayó contra el suelo, violentamente, en un crujir de cristales. ¡La botella!

[Fin de la primera parte. Mañana, os desvelaré el resto...]