Pues tal tarde como la del sábado pasado, papá y mamá llegaron al campus.
Me remontaré un poco en el tiempo: llevabamos unas semanas preparando el viaje, ellos iban a alquilar un coche en el aeropuerto, después de haber cogido dos aviones, y venir a buscarme al campus, para estar juntos hasta el martes. Yo había organizado (con inestimable ayuda de mis SpS) una ruta para cada día, aunque el tiempo asustaba un poco.
El primer día visitamos el campus, y creo que se sorprendieron bastante del estado -impecable- de mi cuarto; casi tanto como yo al ver los "regalitos" que me habían traído (¡¡muchísimas gracias!!).
Por la noche fuimos a cenar a la Fondue de Lys, y como estaban cansados por el viaje (y papá un poco pachucho), les dejé en el hotel y me volví en coche a la ENSTB.
Al día siguiente tocaba el gran tour bretón: Mont Saint Michel y Saint Malo. Yo tampoco había estado nunca y me pareció bastante impresionante. Ese día cenamos en "la crepería buena", y después de un paseíto por Brest, a la cama.
El tercer día toco el tour local: la playa de la universidad (¡que buen tiempo nos hizo!), con paseito hasta la base militar incluído, y visita a las playas de arena blanca y a Le conquêt. Entre medias aprovechamos para comprar algunas cosillas en Carrefour y para que papá me cortara el pelo. Incluso fuimos a Quimper después.
El cuarto día ya se iban (snif), así que lo consagramos a pasear por los parques que bajan al puerto y visitar el puerto deportivo y la zona del oceanópolis.
Y luego, como habían venido, se fueron, dejandome aquí otra vez.
Dicen, y es verdad, que uno no echa de menos a sus padres hasta que los tiene lejos, y que uno no aprende lo que le han enseñado hasta que no está lejos de casa. Ahora que esto lejos, comprendo esas palabras, y qué sentido tenían, cuando me obligaban todos los días a hacer la cama, cuando tenía que ayudar a mi padre con el bricolage, o a mi madre a tender la ropa, o a doblarla, o cuando me hacían ordenar mi cuarto y mi armario, o cuando tenía que fregar, cocinar, o planchar, o ayudar en el jardín, acompañarles a hacer la compra, a revisar las facturas del teléfono, a quitar la mesa, a limpiar los zapatos, y a mil cosas más; y su vil excusa era siempre la misma: cuando seas más mayor me lo agradecerás.
Y es verdad.
Muchas gracias por todo, papá y mamá.
¡Muchos besos!
viernes, mayo 04, 2007
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2 comentarios:
vaya pintas tienes en la primera foto, parece el niño sobrio que no ha roto un plato en su vida.
Mas que el niño sobrio parece el niño bujarra.
EL NIÑo ;)
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