viernes, septiembre 08, 2006

Capítulo 8: en el que sobrevivo

[continuación del capítulo 7]

El mendigo me decía "C'est la vie! Amigo, no te preocupar, lo bueno es que a ti no pasar nada...". Yo le miraba con cara de pocos amigos. "Mejor quitar cosas de mochila antes que mojar". Y me lo dice cuando ya había un charquito curioso bajo la mochila. Me decidí a sacar los cristales (que estaban en una bolsa de plástico). Al hacerlo, decubrí que muchos tritos pequeños se habían salido (lo descubrí al encontrarlos clavados en mis manos...). Ya con el cabreo monumental, el mendigo me volvió a ofrecer su dormitorio, y le dije que ya había hablado con mi amiga que me alojaría (lo que no era cierto, aún).
Por fin se fue, y a eso de las 9 conseguí dar con Mariale. Me dijo que podía ir a su residencia sin problema, que tomara un metro hasta chatelet y ahí un tren, línea D, hasta Saint Denis, y que allí saliera por la calle Saint Michel. Yo hice lo propio, otra vez a ponerme todos los trastos, solo que ahora con la mochila mojada y colgando de un solo asa. La gente ya no se apartaba por que fuera sudado, sino por que parecía un borracho apestando a ron (eso sí, del bueno). Al llegar al intercambio de tren y metro, y despues de llamarla para verificar la línea (yo había entendido B en vez de D), tome el tren hacia Saint Denis. LLegó la parada de Stade de France Saint Denis y me bajé. Era de noche. Y allí no había ninguna calle Saint Michel. Pregunte a la gente con pinta de criminal peligroso que había por la zona y un amable señor me condujo hasta un mapa para demostrarme que la calle Saint Michel estaba a dos km. ¡aghrr! (expresión de desconcierto extremo). Volví a llamar a Mariale. "Estoy en Stade de France Saint Denis y aquí no hay ni calle ni ná". "¿Cómo Stade de France? no, no, es Saint Denis asecas. Vuelve a coger el tren". ¿Pero a quién coño se le ocurre llamar a dos estaciones, que van seguidas, igual? Seguro que fue idea del que puso los nombres a las calles de Aluche...

Volví al tren, y lo vi ahi tan paradito que me monté. No había ni un alma. Cuando me empecé a preguntar si a esa hora ya no habría trenes, empezó a moverse... En el sentido contrario al esperado. Efectivamente, a los 10 minutos estaba otra vez en la Gare du Nord. Salir del vagón, colocarme todos los bártulos, buscar el andén contrario... Y para ir al andén contrario había que subir 3 pisos!

Cuando me monte en el tren, ya estaba extenuado. No podía más. Si ese no resultaba ser, me iría al fin del mundo en el o a donde fuese. Afortunadamente me quedó energía para preguntar a un hombre, que me advirtió que ese tren no paraba en Stade France Saint Denis.

Cuando llegué a Saint Denis, se me saltaban las lágrimas de la emoción. Caminé hacia donde me había dicho Mariale, y después de 100 metros oí un "crack" y el otro asa de la mochila se rompió. Ya no podía más. Lloraba por dentro, sudaba por fuera, supuraba brugal añejo. Llamé a Mariale, y entre balbuceos le pedí que viniera a por mí. Quiso la fortuna que su residencia estuviera justo enfrente de donde yo había perdido el asa y la esperanza, y me ayudo con las bolsas. Me duché, me dio de cenar (mil millones de gracias Mariale!!! Eres un encanto.) y preparamos la colchoneta para dormir. Tiré la mochila, y todo el equipaje que en ella había lo distribuí en tres bolsas tipo "bolsa de pryca". Estuvimos un rato hablando, miramos los trenes para el día siguiente y a las 12 nos dormimos. Desgraciadamente, un ejercito de mosquitos no me dejó dormir tanto como hubiese querido, pero a las 5:10 estaba en pie, camino de mi tren.

Fui a la estación, y no funcionaba el dispensador de billetes. Tuve que saltar los tornos, y para ello confié en un extraño que me pasara las maletas y la guitarra (no tenía más remedio). Fui al tren, y al llegar al intercambio con el metro, tuve que decirle al guardia que no encontraba el billete para salir. Mi aspecto debía ser tal, que no me puso pega alguna y me abrió la puerta.

Sin más incidentes, llegué a Montparnasse, y directamente fui al vagón. Aún tenía 15 minutos de margen. Quería descansar... Cuando me acordé que no había validado el billete. Me dio igual. "Si es capaz, que me eche del tren el revisor". Después de lo que había pasado...

El revisor pasó a los 20 minutos de haberse puesto en marcha el tren. Antes de darle el billete, le dije como bien pude que no había tenido tiempo de validar el billete. Me miró, me sonrió y me dijo que no había problema. Sin embargo, a los 30 minutos el tren paró, y dijeron algo por megafonía, que no entendí. Despues de 15 minutos parados en mitad de la nada, decidí preguntar a una señora, y me dijo que había problemas técnicos. ¡Genial!

4 horas y cuarto más tarde estaba por fin en Brest. Bajé del tren, respiré hondo y me decidí a caminar hasta la place de la liberté (500 mentros cuesta arriba) para coger el autobús que me llevaría a la universidad. Apenas había dado dos pasos cuando se me rompieron los asas de una de las bolsas de plástico. La tuve que llevar sujeta a presión. Me dolían hasta la parte interna de los muslos al rozar cuando caminaba, porque con las maletas no podía andar de otra forma.

El autobusero frunció el ceño al ver subir a un tipo con una guitarra, una bandolera, un maletón, dos bolsas de pryca en una mano (ya sin circulación sanguínea), otra bajo el brazo y dos euros en la boca.

Cuando ya me las veía felices, pasamos por la entrada de un colegio, justo a la hora que salía toda la chavalería (12:00, hora de comer allí). Tuve que cojer todas las bolsas para que cupiera la gente.

Así a pulso llegue a la universidad.
Entré en el campus. Atrás quedaban 24 horas inolvidables. Mientras me dirigía a mi cuarto, pasaron por delante de mis ojos todos los acontecimientos acaecidos. Me pregunté si todo aquel tejemeneje habría tenido algún sentido en mi vida, o simplemente había sido una broma del detino. Entre en el cuarto, me tiré en la cama y me prometí que, aunque ocupase 5 hojas, escribiría mi aventura en el blog, pero en otro momento...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo hubiera llorado como un niño, o hubiera asesinado brutalmente a la primera persona que me hubiese mirado con mala cara... Joder Alberto, como dice un colega en su nick "lo que no me mata me hace más fuerte" es algo que al menos a mí en estas ocasiones me consuela.

A mí por lo menos tu experiencia me ha servido para que cuando vuelva a España no haga un viaje combinando tren y avión.

Nos vemos en dos semanas.

AguR!

PD Algún buen fichaje de última hora???

Anónimo dijo...

Ese mamao! Ni el mismísimo Ulises! Eso te pasa por meterte con Aluche. Aluche tiene una distribución de calles perfecta, la envidia del Marqués de Salamanca y de don Arturo Soria.

Un abrazo!

Anónimo dijo...

Joder mamao lo q no te pase a ti...
Por lo menos puedes contarlo tio. Que esto no te aga dejar de venir a vernos. Y no te preocupes q cuando vayamos te llevamos una de extraviejo.
X cierto un consejo, yo no me meteria muxo con aluche q vive una gentuza x alli de muxo cuidao, casi = q en sanlo ;)

P.D.: Recuerdos del potas jajajajaja

Anónimo dijo...

esta si que es una historia inolvidable!! Pues me alegra mucho haberte podido dar una mano, siento mucho lo de los mosquitos, al dia siguiente me compré un repelente de esos de conectar a la pared y sagrado remedio, lastima no haberlo comprado antes!!! Bueno, pues por aca en Paris estaré para lo que necesites, tienes que venir nuevamente para que recordemos toda esta aventura pero ya con un buen vino, o por qué no, ron (que bien olia el que traias!) o aguardiente! (ese es el de mi tierrita!) un abrazo grande :)